martes, 7 de marzo de 2017

07.03.17 Hoy tuve el privilegio de llevar al mar a toda la familia de mi hijo Alfredo y aunque la marea, el viento y la transparencia del agua de la bahía no eran de lo mejor (con la marea arrastrada se evidencia en toda su magnitud la basura que indiscriminada e impunemente arrojamos al cuerpo de agua), ahora los señuelos Berkley (por cierto muy parecidos a los Storm que tanto me gustan), hicieron su tarea y con ellos, mis nietos Alfonso y Leonardo pudieron atrapar toda una pléyade de representantes del necton entre los que destacaron las barracudas, bichis y peces lagartija; además y como nunca (ahora estoy plenamente convencido de que el Señor me estima mucho pues desee con toda intensidad que esta mini jornada se quedara profundamente grabada en su memoria), los delfines frente al muelle de Pemex nos dieron un soberbio espectáculo con algunos de ellos saltando, nadando bajo la embarcación Mi Última y saliendo a respirar estentóreamente a través del surtidor, cayendo algunas gotas de agua en la cara de Alfonso cuya expresión de asombro no voy a poder olvidar en lo mucho o poco que me resta de vida.

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