viernes, 16 de junio de 2017

16.06.17 Aunque el mal tiempo (y también el cansancio del cordeleo de especímenes de buen tamaño),  en el norte de Sinaloa ha limitado mi concepto de “navegar para sentirme vivo”, el Señor me ha gratificado espléndidamente porque 2 de mis hijos Alfredo y Alejandro (obviamente, también los otros 2 Abelardo y José Carlos son amantes consuetudinarios del mar), han estado pasando un magnífico tiempo en BCS y me han puesto al tanto de sus principales actividades y “aventuras”, interactuando con los tiburones (me dicen que es posible tocarlos sin que se muestren agresivos) y atrapando atunes de muy buen tamaño; además, como he constatado que a los 9 nietos les fascina la inmensidad, imprevisibilidad, riqueza y misterio del océano, me siento muy tranquilo en esta etapa de mi existencia sabiendo que ellos van a continuar el legado del “abuelo del mar”, aún cuando conocen que entre pescadores prevalece la máxima: “No permitas que la realidad se anteponga a un buen relato de pesca”.

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