martes, 9 de junio de 2015

BCS3 Uno de los tantos detalles que este último viaje nos “regaló” fue el comportamiento (no puedo decir que extraño, raro o habitual pues desconozco las particularidades de esta especie y solo puedo externar mi respeto y admiración por ellos), de un cardumen de tiburones que insistentemente siguieron a una carnada viva que pusimos en el agua; ante la presencia de los voraces predadores, el animalito tenía tanto temor que inclusive con su vigoroso nado, se adelantaba a la cuerda de la que iba suspendido. Estas imágenes me sirvieron para insistir con mi hijo Alfredo de que se abstuviera de lanzarse al agua cuando aproximamos un dorado o un marlín; sé que no me hará caso (ya tiene 38 años), pero al menos voy a seguir insistiendo y mostrándole lo peligros de su actitud. Finalmente, un tiburón perdió el temor a la lancha y de un solo mordisco, redujo a papilla lo que con tanta perseverancia habían estado siguiendo por un buen rato.

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