lunes, 22 de junio de 2015

22.06.15 En un día caracterizado por las altas temperaturas (30.5°C en el agua y casi 36°C en el aire) y por lo proceloso del océano (olas secundarias de mayor tamaño a las primarias y por supuesto, con un período menor a 4 segundos; una combinación realmente fastidiosa), los túnidos (léase barriletes), hicieron muy, muy cansada esta jornada de pesca en el Farallón. Estos “molestos” animales (aunque hay veces que no pica nada y los deseamos para que suenen las “chicharras”), se prendían en todo tipo de señuelo; grandes, chicos, duros, suaves, de colores claros, obscuros y en fin, después de cordelar 7 de ellos, me rendí a la pretensión de “lograr” un dorado que engalanara nuestra mesa en una comida familiar. De cualquier forma, otra vez el avistamiento de grandes cantidad de caguamas, de peces voladores y delfines, hizo reafirmar mi convicción que el (la), mar es vida y que debo quedarme con él (ella), hasta el último hálito de vida. La nota “amarga” la dieron 2 barcos atuneros que con la mayor impunidad, atrapan la fauna marina en las aguas circundantes al Farallón, isla que al igual que todas las que se encuentran en el Mar de Cortés, está rimbombantemente catalogada en los documentos oficiales como “Área Natural Protegida” y por lo tanto, no se debe practicar en ellas la pesca industrial.


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