jueves, 2 de abril de 2015

01.04.15 Un verdadero placer de abuelo poder compartir con las nuevas generaciones la afición-pasión-vicio de la navegación-pesca; en un espléndido primer día del mes de abril (comenzó muy bien este mes) y en la Piñahata, 4 de los nietos (2 de ellos, Karla de 7 años y José de 5, primerizos en estos menesteres; pudimos comprobar que afortunadamente ninguno tiende a marearse), pasaron unas horas alrededor de la piedra donde se prendieron 5 barriletes, 6 pájaros (estuvieron más agresivos que nunca) y varias doraditas (no expongo la foto con las doraditas porque Isabella se enojó; la razón fue que a una de ellas no pudimos regresarla porque estaba muy dañada y eso no le gustó), la mayoría de las cuales volvieron indemnes al mar. Además de escuchar frecuentemente el alucinante (nunca se sabe de primera intención que animal es el que devana el carrete), sonido de los 9/0 que hizo mantener siempre la atención en la pesca (solo durmieron un rato en el trayecto de regreso), pudimos presenciar los espectaculares saltos de un pez vela que hizo sus acrobacias como a unos 70 m de la embarcación, vimos la aleta de un gran tiburón que cortaba la superficie del agua con gran seguridad y sin que le importara nuestra presencia y por supuesto, las grandes manadas de lobos juveniles que están aprendiendo a subsistir en su demandante medio.
 

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