miércoles, 10 de octubre de 2018


10.10.18 Para celebrar mi cumpleaños (69, número “sexalístico” en la tradición anglosajona) y como según el internet hoy por la mañana había buenas condiciones (previo a la llegada de los vientos de la tormenta “Sergio”), en los alrededores del Farallón, nos fuimos con el Dr. Gallardo al cerro; encontramos que había muchos, muchos barriletes (se prendían con señuelos blandos y duros, del tamaño que fueran), pero como la intención era buscar un dorado, nos alejamos de la piedra un buen tramo con tan buena suerte que de pronto, comenzó a sonar la chicharra de una de las cañas y para nuestro asombro, vimos saltar un enorme marlín azul prendido del mismo señuelo que el día último de agosto, mi hijo Alejandro atrapó otro animal igual. Inmediatamente y sin bajar la velocidad de la lancha (el marlín tomó casi toda la línea del carrete), sacamos los otros señuelos, Pedro habilitó su arnés de pelea y entre los 2, apenas pudimos sacar la caña del tintero; mientras tanto, el marlín saltó (para nuestro regocijo dada su magnificencia y esplendor), al menos en otras 4 ocasiones. Se inició la “pelea” y después de unos 5 minutos, tiempo durante el cual estuvimos elucubrando acerca de la posible muerte, (dadas las experiencias previas, sabemos que esta especie es proclive a morirse en la pelea), del uso del gancho volador y de mil escenarios más, el animal viró bruscamente, dio 2 tirones excepcionales, rompió la cuerda y consecuentemente, “salvó” a este par de viejos de un esfuerzo que tal vez ya no somos capaces de realizar.


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