lunes, 23 de abril de 2018

23.04.18 Un excelente “san lunes” en el que como en días previos, hubo corvinas (se pegaron temprano, apenas salía el sol y con la marea franca de bajada; las regalé a los tractoristas del náutico), de tamaño medio además por supuesto, de los infaltables cochis y bichis; aparentemente y tal vez por lo escaso que están las capturas de peces, ya los pescadores comerciales no “descansan” los lunes pues hoy había más de 6 lanchas pescando de fondo y otras 3 con los chinchorros colocados a lo largo de las piedras en el Pinto y San Carlos. Hoy volví a vivir esa grata pero frustrante experiencia que se ha repetido en un sin número de veces a lo largo de mis ya más de 68 años (algunas veces solo, otras con acompañantes como cuando se le fue un gran pargo a mi hijo Alfredo), en la cual oigo, veo y pulso la caña cuyo señuelo ya sido embestido por un buen animal para que después de una intensa pelea, salga el pez a la superficie (en este caso una gran corvina) y “escupa” el señuelo (simplemente porque el Señor así lo dispuso), dejándome con esa grata y a la ve ingrata sensación que afianza el querer y poder (Dios, mis hijos y mi esposa lo permiten), ser amante del mar y de la pesca.


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