martes, 18 de julio de 2017

18.07.17 De vuelta a las “andadas” (aunque mejor “armado” pues mi hijo Alejandro me regaló 5 nuevos señuelos Storm de bellísimos colores), en la mini jornada de hoy (6 a 8:30h), hubo toda una pléyade de especies del necton que se interesaron por los señuelos que puse en el agua; además de los pululantes cochis, bichis, cabrillas areneras y negras (se me prendieron 2 de esta última especie, una de ellas “sartenera” pero antes de truncar una larga vida de un individuo que ya poco se ve, la regresé al agua), hubo también pargos (se prendieron 3, 2 de ellos “sarteneros” pero aún así los regresé todos al agua) y 4 coconacos de los cuales me traje 2 que median 36 cm. El aprendizaje de esta jornada es que nunca, nunca podré decir que he vivido todas las circunstancias que el Señor hace se presentan en la pesca de los coconacos pues hoy y después del característico “arrebato” de un buen animal que tomó uno de los Storm haciendo “chillar” el carretito Okuma, puse en práctica el procedimiento que mejor me ha dado resultado y que consiste en acelerar el Suzuki para sacar al animal de la proximidad de las piedras; una vez que hice esto, bajé la velocidad y como tenia la corriente de frente, el monofilamento del otro señuelo se enredó en la propela del motor por lo que tuve que apagarlo, situación que obviamente aprovechó el indiciado para encuevarse. Para cuando restablecí las condiciones de maniobrabilidad, el animal estaba firme y profundamente adherido a las piedras y por mas lucha que hice, después de un fatigante lapso de tiempo, tuve que cortar la cuerda por lo que de nueva cuenta y con la ayuda de Dios que hizo presentarse una variable distinta a cuantas antes me había tocada vivir, la naturaleza ganó.

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