domingo, 8 de noviembre de 2015

07.11.15 Se suponía que este día Isabella (mi nieta guerrera del mar), iba a ir conmigo a la bahía pero finalmente, no pudo; por lo tanto me fui solo (qué bueno que no pudo venir; hacía un viento frío, intenso y en conjugación con la marea, bamboleaban a la Mi Última a su antojo) y ya en el agua, puse 3 señuelos diferentes (todos con anzuelos simples): un yo-zuri, un bill Lewis y un rápala magnum. De forma inmediata, los infalibles bichis se prendieron indistintamente en los curricanes y las sierras (pequeñas por lo que fueron regresadas al mar), también participaron en la “fiesta” sabatina; para las 7 h ya estaba en Punta Prieta y aunque no daba crédito a lo que estaba viviendo, se prendieron (afortunadamente, no al mismo tiempo), 3 barriletes (nunca antes en mis 40 años de pescador lo había experimentado; el Ing. Mena los había prendido en Punta Copas pero no tan adentro de la bahía), evidenciando que actualmente ya no hay “fronteras” para las especies. La verdad es que fue una vivencia extrema dado el equipo de pesca (cañitas Sturdy Stick de 1.50 m que tienen solo 2 anillas; señuelos de 10 cm; carretes Shimano 4000X embobinados con cuerda de 7 kg), había lobos que amenazaban quitarme la presa y para completar el cuadro, el viento y la marea me “empujaban” hacia los bajos (llegué a estar en profundidades de 80 cm), por lo que en cada uno de estos animales empleé más de 15 min de intensa actividad física y emotiva. A las 10 h di por terminad esta increíble jornada y después de lavar lancha y equipo, llegué al ejido dizque a descansar un poco pero me dormí hasta hoy que es que termino esta nota.

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