lunes, 19 de octubre de 2015

18.10.15 Ayer y después de una ausencia de más de 10 días, mi hijo Abelardo me pidió que lo acompañara al Farallón pues quería llevar a nadar a sus retoños, Isabella y Abe; fue una estupenda jornada en todos sentidos ya que el mar estaba muy calmo, hubo pesca (los niños cordelaron varios barriletes y yo volví a escuchar el “sacrosanto” sonido de las chicharras de los 9/0) y además, un amigo que vive en el mismo ejido Flores Magón y que es pescador de una cooperativa en Topolobampo, me reconoció y nos pasó varios pargos y un coconaco como de 5 kg. Estos peces los sacan pescando de fondo y con carnada viva, por lo que casi todos ellos se tragan el anzuelo y si se sueltan en la pelea, tienen pocas posibilidades de sobrevivir; de hecho, tuvimos que eviscerarlos con mucho cuidado ya que a 3 de ellos, les encontramos el anzuelo en la boca del estómago. Por supuesto que los barriletes que sacaron los niños, todos fueron devueltos al mar sin mayores daños pues nuestra pesca fue con señuelos duros habilitados con anzuelos simples. Al mismo tiempo que nosotros hicimos este inolvidable recorrido en la Piñahata por las aguas costeras del norte de Sinaloa, se estaba llevando a cabo el torneo del club Náutico de Topolobampo por lo que había muchas embarcaciones a nuestra vista y esta circunstancia todavía le impartía una mayor sensación de seguridad a nuestro familiar y placentero viaje dominical.


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