martes, 7 de julio de 2015

07.07.15 Aún con un desfavorable pronóstico (olas de 0.7 m con crestas a cada 9 s, vientos del orden de los 20 km/h y temperatura del agua mayores a 31°C), la “necesidad” de buscar dorados me impulsó a salir, esta vez hacia el Farallón pero ni ahí me libré de la “maldición” de los barriletes que al igual que en las últimas ocasiones, se prendían con todo tipo de señuelos, aclarando que estuvieron más agresivos sobre un Williamson Speed Pro de 18 cm color naranja. Cansado y satisfecho de escuchar insistentemente las chicharras de los 9/0, me dirigí hacia el sur y como a 6 km me encontré con una evidencia más de la depredación humana: una caguama enredada en la cuerda de un chinchorro por lo que con sumo cuidado (tenía miedo a que me mordiera), la liberé de su prisión sin darme cuenta de que en la maniobra, otro tramo de polipropileno se me enpropeló. Tuve que parar la máquina, subir la “pata” y con la mano, darle vuelta a las aspas hasta que me libré (empleé casi 30 minutos en la operación), de esta otra “maldición”; debo aclarar que en ningún momento utilicé cuchillo para cortar porque pensé que a todos nos puede pasar un lapsus de “pesca incidental”, tal como sucedió con el pez vela que recientemente tuve que subir por lo dañado que estaba. En fin, otra jornada en el mar que definitivamente, tuve la compañía del Señor que me permitió navegar en solitario y regresar con bien, después de 107 km y casi 7 horas en el agua.

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