11.07.17 Creo que esta es una de las mini jornadas más cortas que he realizado
dentro de la bahía, pues solo fue un lapso de tiempo de 1.50h (6 a 7:30h; a las
6:15h ya había 3 lanchas de pescadores deportivos, tal vez de los maestros que
están de vacaciones, utilizando la técnica del casteo), pero suficiente para que
mi “despedida” (voy a estar ausente por al menos 6 días por razones de
climatología, salud y familia), de la querencia, me dejara un excelente
recuerdo al grado de volver a traer al presente, la utópica e imposible oración que dice: “Dios,
como voy a extrañar esto cuando me muera”. Pero no es para menos cuando en un
tan corto lapso de tiempo, atrapas cochis, bichis, cabrillas areneras, toros,
coconacos (se prendieron 2 pero hoy no me traje ninguno) y pargos (se
prendieron 6 pero solo me traje 4, uno de ellos de 55 cm, bastante “obeso” ya
que tenía adherido al estómago, “lonjas” de grasa) y de los cuales, el más
grande me hizo pasar “gustos” cargados de adrenalina (el “arrebato” de la
cañita Daiwa Sweepfire, el “chillar” del carrete Okuma Trinity) y también “sustos”
(ver como interminablemente devana monofilamento; se direcciona hacia las piedras;
lo acerco y me percato de que apenas viene prendido del labio superior y con el
anzuelo posterior del señuelo, que es el más vulnerable ya que para su
implementación utilizo 2 argollas; su accionar alrededor de la Piñitas me
obliga a “pasearme” por toda la embarcación con peligro de caerme pues la marea
está muy fuerte y hay ráfagas de viento del orden de los 15 km/h), que al final
y con el animal arriba de la embarcación, todo queda en anécdotas para la
posteridad. Ayer comimos coconaco y hoy comemos pargo.
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