03.07.17 “Tuve” que ir a Topo porque había que abrir la bitácora de julio, evitar
que pasaran más días sin estar con mi “querencia”, aprovechar el “san lunes”
(efectivamente, hubo muy pocos pescadores comerciales) y reponer los animales
que proporcioné el fin de semana pasado (a través de una de mis nueras), para
la celebración del día del ejido Vallejo; todo ello a pesar de un tiempo infame
(llovizna, ráfagas de viento que dificultaban las maniobras en la lanchita de
aluminio, estruendo de los rayos que a lo lejos, incidían sobre la superficie
del mar y una marea casi muerta), que para nada arredró los ímpetus de este
viejo amante de la naturaleza (hoy me tocó ver a un gavilán desplumar y comerse
meticulosamente un pichón y también a una mamá tlacuache que cargaba
amorosamente a 3 crías en el lomo) y del mar donde hubo bichis, cochis pero
sobre todo, muchos coconacos (se prendieron 5 y me traje 4 de 34, 38, 40 y 42
cm), que pelearon con bravura (deshicieron uno de los empates de cable Malín de
7 hilos, para 18kg), como solo ellos saben hacerlo ya que inmediatamente que
muerden el señuelo, se tiran al fondo para buscar un refugio y yo en
contrasentido, en cuanto siento que el pez está bien atrapado, acelero el
motorcito Suzuki de 6hp para alejarme hacia las profundidades donde les es más
difícil encontrar piedras grandes.
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