16.04.15 Como le faltaban 5 h de funcionamiento al motor Honda para el servicio
programado (en año y medio ya completa 850 h y como en promedio hago 7 h por
salida, este número de horas significan aproximadamente 120 excursiones en el
mar), me propuse hacer una salida “corta”, nada más adelante de la boya de
recale aprovechando que había buen tiempo, vientos del orden de los 10 km/h, olas
no mayores a 50 cm y con crestas a cada 13 s. Puse en el agua 2 señuelos
Williamson Speed Pro y un Bomber, para ver si se prendía una sierra (no tuve
suerte; solo había barriletes), pero lo interesante del día fue que me encontré
con un picudo aboyado que tuvo el comportamiento más impredecible de cuantos me
ha tocado visualizar en mi larga vida ya que al querer “ponerle” de frente los
señuelos, el pez inmediatamente se volteaba (no se hundía) y me mostraba su
cola (igual que lo hacen los grandes monos para demostrar desprecio o desagrado
por el encuentro no solicitado); por más que giraba la lancha para que viera
los señuelos, el animal siempre mostró la misma conducta que me dejó atónito
por lo increíble de la situación. Después de unos minutos de insistir y al no
haber interés por parte del animal (además ya era hora de regresar a tierra),
lo dejé y por supuesto, él me dejó con el más profundo asombro, situación que
viene a corroborar que nunca, nunca, una salida es igual a la anterior.
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