01.04.15 Un verdadero placer de abuelo poder compartir con las nuevas generaciones
la afición-pasión-vicio de la navegación-pesca; en un espléndido primer día del
mes de abril (comenzó muy bien este mes) y en la Piñahata, 4 de los nietos (2
de ellos, Karla de 7 años y José de 5, primerizos en estos menesteres; pudimos
comprobar que afortunadamente ninguno tiende a marearse), pasaron unas horas
alrededor de la piedra donde se prendieron 5 barriletes, 6 pájaros (estuvieron
más agresivos que nunca) y varias doraditas (no expongo la foto con las
doraditas porque Isabella se enojó; la razón fue que a una de ellas no pudimos
regresarla porque estaba muy dañada y eso no le gustó), la mayoría de las
cuales volvieron indemnes al mar. Además de escuchar frecuentemente el
alucinante (nunca se sabe de primera intención que animal es el que devana el
carrete), sonido de los 9/0 que hizo mantener siempre la atención en la pesca
(solo durmieron un rato en el trayecto de regreso), pudimos presenciar los
espectaculares saltos de un pez vela que hizo sus acrobacias como a unos 70 m
de la embarcación, vimos la aleta de un gran tiburón que cortaba la superficie
del agua con gran seguridad y sin que le importara nuestra presencia y por
supuesto, las grandes manadas de lobos juveniles que están aprendiendo a
subsistir en su demandante medio.
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