28.10.19 Excepcional jornada (ayer, de 6:30 a 13:30h; el cansancio no me permitió escribir esta reseña oportunamente), de navegación, pesca y natación
(por alrededor de 40 min estuvimos disfrutando de la “hospitalidad” de los
lobos marinos en el Farallón), en compañía de mi hijo Abelardo y mis nietos
(sus hijos), Isabella y Abe; todo lo puede pedir un septuagenario abuelo (y gracias
a la benevolencia del Señor), cuando disfruta de la alegría y regocijo de las
próximas generaciones, salió de maravilla: el magnífico comportamiento de la Pa’ntonces
y sus motores; la agradable temperatura del agua cuando “interactuaron” con la
fauna marina (había también, muchos peces de colores), en la piedra; las
condiciones del mar; los avistamientos de ballenas; el “jugueteo” próximo a la
embarcación de los delfines y la “joya” del recorrido, 3 dorados machos (el género
dio pauta para una extensa explicación ambiental y biológica, ya que son los
únicos peces que se pueden diferenciar a simple vista), que pusimos a buen
recaudo en la cubierta de la lancha.
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