19.06.18 Hoy fui en solitario al Farallón (en total recorrí más de 100km en un
lapso de 5h, de las 7 a las 12h; hizo mucho calor y el mar no estaba
lo calmo que pronosticaba el internet, aunque esta situación sirvió para que se
“acomodaran” mis vetustos huesos), en la embarcación Pa’ntonces que se portó de
maravilla después de no moverla en más de un mes y de haberle cambiado el
aceite y los filtros; la pesca estuvo muy entretenida (ya extrañaba el sonido
de las chicharras de los Penn), pues hubo doraditas (todas salieron con los
Williamson Speed Pro) y barriletes (se prendían en los Willamson LBD),
situación que alteró mis conceptos previos acerca de la predilección de
señuelos por estas 2 especies de peces. En el Farallón presencié con coraje e
impotencia, la depredación que hacen los barcos atuneros en las proximidades de
esta isla, supuestamente protegida (de nuevo la simulación y la impunidad en
todo su esplendor) y reserva natural donde no se permite la pesca comercial;
sin embargo, en esta ocasión el Señor me permitió vivir la experiencia de
presenciar a un importante número de caguamas que copulaban sin hacer caso de
los “intromisiones” humanas.
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