16.06.17 Aunque el mal tiempo (y también el cansancio del cordeleo de especímenes
de buen tamaño), en el norte de Sinaloa
ha limitado mi concepto de “navegar para sentirme vivo”, el Señor me ha
gratificado espléndidamente porque 2 de mis hijos Alfredo y Alejandro
(obviamente, también los otros 2 Abelardo y José Carlos son amantes
consuetudinarios del mar), han estado pasando un magnífico tiempo en BCS y me
han puesto al tanto de sus principales actividades y “aventuras”, interactuando
con los tiburones (me dicen que es posible tocarlos sin que se muestren
agresivos) y atrapando atunes de muy buen tamaño; además, como he constatado
que a los 9 nietos les fascina la inmensidad, imprevisibilidad, riqueza y
misterio del océano, me siento muy tranquilo en esta etapa de mi existencia
sabiendo que ellos van a continuar el legado del “abuelo del mar”, aún cuando conocen
que entre pescadores prevalece la máxima: “No
permitas que la realidad se anteponga a un buen relato de pesca”.
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