05.10.16 Con la taza de café de la 4:30 h, vi que el pronóstico para este día
estaba bueno y decidí ir al Farallón en la embarcación Pa’entonces habilitada
con los Suzuki 140A; salí del náutico a las 7 h y como efectivamente el mar
estaba muy a modo, para las 8 h ya estaba en la Piedra donde comenzó la “fiesta”
con los barriletes que se prendían en todo tipo de señuelo (grandes, chicos,
duros, blandos; de colores claros, obscuros), que les ponía en el agua. Como la
tendencia era a que me iba a cansar más de lo prudente, me direccioné hacia el
SE donde encontré mucha basura natural (pedazos de troncos, ramas, sargazos;
sin embargo, todo estaba muy diseminado en una gran extensión), que albergaban
una gran cantidad de peces voladores; eran como las 10 h cuando un carrete 6/0
comenzó a “chillar” insistentemente, devanando monofilamento con gran rapidez;
tomé la caña y cuando sentí que el animal estaba bien prendido, dejé en avante
un solo motor y me di a la tarea de sacar las otra líneas, operación en la me
tardé si acaso unos 3 minutos. Luego regresé a la caña donde estaba el pez vela
(vi su pico sobresaliendo del agua, cabeceando) y en ese momento se soltó; ya
con el señuelo libre, recuperé rápidamente la línea y el animal
volvió a prenderse del curricán y repitió la arrancada devanando de nueva
cuenta el monofilamento hasta que otra vez lo soltó. Todo lo descrito se volvió
a repetir una vez más hasta que definitivamente en “el tercer acto”, el picudo
se fue indemne, dejándome atónito pero maravillado porque el Señor me permitió participar
en una más de sus increíbles vivencias.
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