18.10.15 Ayer y
después de una ausencia de más de 10 días, mi hijo Abelardo me pidió que lo
acompañara al Farallón pues quería llevar a nadar a sus retoños, Isabella y
Abe; fue una estupenda jornada en todos sentidos ya que el mar estaba muy
calmo, hubo pesca (los niños cordelaron varios barriletes y yo volví a escuchar
el “sacrosanto” sonido de las chicharras de los 9/0) y además, un amigo que
vive en el mismo ejido Flores Magón y que es pescador de una cooperativa en
Topolobampo, me reconoció y nos pasó varios pargos y un coconaco como de 5 kg.
Estos peces los sacan pescando de fondo y con carnada viva, por lo que casi
todos ellos se tragan el anzuelo y si se sueltan en la pelea, tienen pocas
posibilidades de sobrevivir; de hecho, tuvimos que eviscerarlos con mucho
cuidado ya que a 3 de ellos, les encontramos el anzuelo en la boca del
estómago. Por supuesto que los barriletes que sacaron los niños, todos fueron
devueltos al mar sin mayores daños pues nuestra pesca fue con señuelos duros
habilitados con anzuelos simples. Al mismo tiempo que nosotros hicimos este
inolvidable recorrido en la Piñahata por las aguas costeras del norte de
Sinaloa, se estaba llevando a cabo el torneo del club Náutico de Topolobampo
por lo que había muchas embarcaciones a nuestra vista y esta circunstancia
todavía le impartía una mayor sensación de seguridad a nuestro familiar y placentero viaje
dominical.
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