20.10.18 Como las barracudas de ayer fueron todo un éxito culinario, hoy me fui
temprano al sitio (frente al náutico), donde se suponía que me las iba a encontrar
pero para mi decepción (y también la de los potenciales receptores de este tipo
de capturas), no hubo ninguna y por el contrario, los roncachos (que también
son muy apreciados por mis vecinos en el ejido), se mostraron muy proclives al
ataque de los señuelos Storm; había tantos que aún sin que se generalizara la
claridad del día, esta especie se hizo presente de inmediato. En esta mini
jornada, el Señor (que siempre tiene eventos marinos seguramente etiquetados
para mantenerme “cautivo” de mi pasión-afición-vicio), me permitió presenciar
un inusual accionar de un águila pescadora (siempre me han cautivado estos
predadores por su peculiar estilo de vuelo y por las espectaculares maniobras
que ejecutan para capturar a sus presas), que atrapó limpiamente un bichi por
la cabeza y de forma por demás tranquila, se puso a devorarlo, primero los
ojos, las branquias y luego seguir con la cabeza, sin tentar siquiera las
espinas donde estos animales guardan el tan temido ácido fosfórico que al igual
que las abejas, produce tanto malestar a los humanos.
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