10.10.18 Para celebrar mi
cumpleaños (69, número “sexalístico” en la tradición anglosajona) y como según
el internet hoy por la mañana había buenas condiciones (previo a la llegada de
los vientos de la tormenta “Sergio”), en los alrededores del Farallón, nos
fuimos con el Dr. Gallardo al cerro; encontramos que había muchos, muchos
barriletes (se prendían con señuelos blandos y duros, del tamaño que fueran),
pero como la intención era buscar un dorado, nos alejamos de la piedra un buen
tramo con tan buena suerte que de pronto, comenzó a sonar la chicharra de una
de las cañas y para nuestro asombro, vimos saltar un enorme marlín azul
prendido del mismo señuelo que el día último de agosto, mi hijo Alejandro
atrapó otro animal igual. Inmediatamente y sin bajar la velocidad de la lancha
(el marlín tomó casi toda la línea del carrete), sacamos los otros señuelos,
Pedro habilitó su arnés de pelea y entre los 2, apenas pudimos sacar la caña
del tintero; mientras tanto, el marlín saltó (para nuestro regocijo dada su
magnificencia y esplendor), al menos en otras 4 ocasiones. Se inició la “pelea”
y después de unos 5 minutos, tiempo durante el cual estuvimos elucubrando
acerca de la posible muerte, (dadas las experiencias previas, sabemos que esta
especie es proclive a morirse en la pelea), del uso del gancho volador y de mil
escenarios más, el animal viró bruscamente, dio 2 tirones excepcionales, rompió
la cuerda y consecuentemente, “salvó” a este par de viejos de un esfuerzo que
tal vez ya no somos capaces de realizar.
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