ISABELLA Y ABES EN EL FARALLÓN Quisimos probar la proclividad del Abetrés (mi nieto
de año y medio), a la navegación y nos lo llevamos en la Piñahata al Farallón;
fue un día nebuloso, con lluvia, relámpagos y mar picado pero a pesar de todos
estos inconvenientes, el niño se portó como si lo hubieran parido arriba de una
embarcación pues no se mareó, ni se durmió, “peleó” con los lobos (les gritaba
fuerte: ¡cállense!) y además, nada de temor hacia los peces que se portaron de
maravilla (sacamos 7 sierras; todas con los Williamson Speed Pro habilitados
con anzuelos simples). Obviamente, su hermana Isabella fungió como “maestra” y fraternalmente
(ahora ambos “guerreros” del mar), compartió la terminología de la navegación y
de la pesca en la cual se considera toda una maestra. Extraordinaria experiencia
disfrutada profundamente por 3 generaciones que me hace exclamar: ¡Dios, como
voy a extrañar estos días cuando me muera!
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